Arnoux Narvaja, Aurelio y Herrera, Eugenia.
Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Moreno (UNM).
Si uno realiza un relevamiento de los trabajos publicados por las Ciencias Sociales desde la irrupción del COVID-19, una gran mayoría no sólo se interroga sobre las transformaciones (sociales, económicas, políticas y, principalmente, culturales) acontecidas a partir de este fenómeno sino que esboza representaciones sobre lo que se denomina la “pospandemia”.
En este sentido hay que destacar que, más allá de los matices y las correspondientes especificidades, estos artículos giran en torno a dos grandes percepciones del futuro: catastrófica o utópica. Basta con nombrar en alguno de estos dos polos (aunque algunos se inclinen finalmente por un razonable término medio) al sociólogo Boanevantura de Sousa Santos (2020), al pedagogo Díaz Barriga (2020) o a los filósofos Byung-Chul Hang (2020) y Slavoj Zizek (2020). Si nos corremos del discurso científico y nos trasladamos al ámbito periodístico estas dos miradas –tanto la apocalíptica como la esperanzadora- se acentúan con mayor claridad, posiblemente por no tener las limitaciones de un texto de académicos.
Estas reflexiones son, por lo general, individuales y gozan de gran legitimidad por el peso específico de los intelectuales que las enuncian. No obstante, pocos son los trabajos que intentan recuperar la mirada de los actores anónimos y su percepción respecto al devenir tanto mediato como inmediato. En el plano educativo, es necesario entonces detenerse en la perspectiva de los estudiantes. ¿Cómo piensan los estudiantes la universidad pospandemia? Especialmente, ¿cómo imaginan el lugar que tendrán las nuevas tecnologías de comunicación e información en los cursos universitarios? Partimos de que estas “imágenes” no son individuales sino que son representaciones sociales: el modo en que el sujeto interpreta su vida cotidiana y, en consecuencia, también su modo de actuar está condicionado por formas de conocimiento socialmente elaboradas y compartidas (Moscovici, 1988). La exploración de dichas representaciones puede ser abordada a partir de diversas metodologías. En nuestro trabajo, nos proponemos explorarlas a partir de entrevistas y encuestas. Como señala Chartier (2021), a propósito de la pandemia y la lectura, tematizar la actualidad conlleva el riesgo de guiarse más por impresiones propias que por la evidencia que exigen las afirmaciones en cuestión. Ahora bien, la realización de entrevistas y encuestas se basa en la formulación de preguntas y por lo tanto implica una serie de decisiones no solo metodológicas sino también filosóficas. En efecto, hay que definir cuáles serán las preguntas que permitirán indagar en los imaginarios acerca de la universidad de la pospandemia. Pero, a su vez, tales preguntas portarán, necesariamente, presupuestos acerca de la realidad indagada. Las preguntas mismas si bien piden información al mismo tiempo inevitablemente aseveran (Anscombre & Ducrot, 1983; Ducrot,1984; Sauerwein Spinola, 2000). No es posible construir una interrogación sobre las representaciones de la pospandemia sin realizar simultáneamente afirmaciones sobre la relación entre los estudiantes, la universidad y la tecnología. Por ejemplo, si le planteáramos a un o una estudiante, ¿crees que se impondrá la lectura virtual? ¿No estaríamos afirmando cierto determinismo? Es decir, ¿tal formulación no supone que la tecnología, en este caso de la lectura virtual, define su propio curso más allá de los sujetos? Efectivamente, las preguntas que realicemos a los estudiantes en entrevistas y encuestas exige una reflexión y una toma de posición previas acerca de la relación entre los estudiantes, la universidad y la tecnología. En este trabajo, recorreremos diferentes modos de pensar la relación entre lo social y lo tecnológico y analizaremos de qué modo se conceptualizaría la situación concreta que tomamos como objeto de estudio: la tecnología y la universidad en la pospandemia.
¿Qué factores definirán lo que suceda? Como se mencionó, de acuerdo a una perspectiva determinista, el desarrollo tecnológico es autónomo y en consecuencia, es la sociedad la que es definida por la tecnología que a su vez se determina a sí misma (Diéguez, 2005). De modo inverso, desde la perspectiva constructivista que elaboran Bijker y Pinch (2008), los artefactos tecnológicos, su desarrollo es condicionado por los diversos modos en que diferentes actores sociales se apropian de dicho artefacto. Desde la posición de Feenberg (2005), los valores sociales se codifican en los artefectos. Bajo el velo de la eficiencia como criterio “objetivo” se difuminan los valores de un grupo. La tecnología está diseñada para perseguir sus intereses pero se muestra como neutral, como “objetivamente” eficiente. Desde una perspectiva afín, Winner (1987) llama a despertar del “sonanbuliso tecnológico”.
En otras palabras, a ejercer el control social de la tecnología. En tanto la tecnología condiciona el orden social, su control resulta indispensable para una sociedad democrática. Situándonos en este tipo de perspectiva, consideramos significativo que las preguntas que formulemos a los estudiantes supongan entonces la posibilidad de incidir en el desarrollo tecnológico. Así, las interrogaciones se orientarán no a una suerte de adivinación del futuro pensado como producto del devenir tecnológico controlado por la tecnología, sino que, por el contrario, presupondrán la posibilidad de que sean los valores de la comunidad educativa los que moldeen la integración de la tecnología a la universidad en la educación pospandemia.