María Soledad Alonso de Rúffolo.
Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
El discurso mediático, en el que se incluye la publicidad, tiene un profundo efecto socio y psicopolítico sobre los hábitos de percepción e interpretación de los sujetos. Es en estos hábitos de percepción e interpretación donde se forjan las identidades, tanto individuales como colectivas.
El hecho mismo de que dentro de una cultura o práctica cultural exista la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esa identidad.
El mundo cultural que nos rodea, intersubjetivamente construido, está institucionalizado por representaciones y prácticas sociales que le otorgan cierta legitimación. Como parte ineludible de esas prácticas sociales se encuentra la afición por el fútbol. Cuando el seleccionado argentino compite en una Copa del Mundo, se convierte en un hecho social que altera los tiempos de la actividad cotidiana, los comportamientos y los diálogos de la gente sin distinción de clases sociales o de edades. Y es así, que el evento deportivo pasa a ser una forma de hablar sobre el país o sobre la identidad nacional. Ya que, las identidades en tanto construcciones socio-culturales se elaboran en los discursos.
A través de esas identidades, en cuyos cimientos y nutrientes están las representaciones e imaginarios sociales, vamos construyendo una suerte de “argentinidad” a la que apelamos para sentirnos orgullosos.
Y es en los relatos publicitarios, precisamente, donde proliferan los modelos para la identificación. Entre las “recetas” identitarias para ser argentino se encuentra la de ser un buen “hincha” del seleccionado de fútbol. Este sentimiento será el que impregne todo acto de habla expresado en la publicidad.