Solari Orellana, Francisco.
Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)/CONICET.
Las prácticas de los oyentes de una radio clandestina durante la dictadura cívico militar chilena de Pinochet, entre 1973 y 1990, se convirtieron en un acto de resistencia. Las luces bajas, escondidos tras puertas, escuchando en el más estricto silencio para lograr escuchar la crepitosa señal de onda corta de Radio Moscú.
La señal soviética empezó a ser escuchada a hurtadillas por los presos, relegados y gente de izquierda. Incluso El Mercurio y el propio Pinochet tuvieron que referirse a ella más de una vez siempre para desacreditar a la emisora. El periodista Rafael
Valdivieso Ariztía expresaba su recaudo sobre la información de la emisora soviética «Es lo que ocurre, por ejemplo, con la información originada en Chile y difundida luego por Radio Moscú. Basta conocer el intermediario, para poner la noticia en cuarentena» (1983).
Es interesante analizar el papel que jugaron estos programas para los oyentes, no sólo como conductores de un mensaje, que fue multiplicado y transferido de manera oral y escrita a otras personas que por diferentes motivos no escuchaban la radio, sino también cómo asimiladores de un sentido de pertenencia, de “cobijo” ante la situación vulnerable en la que se encontraban. La aparición de una voz que hablara por ellos, que expresara sus angustias y sus temores, llevaba además un sentimiento de esperanza al (re)conocer la solidaridad internacional que recibían en ese periodo.