Pedraza, Melanie Lutmila y González, Facundo David Francisco.
Universidad Nacional de Salta (UNSa)/Instituto de Investigaciones en Energía No Convencional (INENCO/CONICET).
El espacio ganado por la propuesta de transición energética -en adelante TE- como descarbonización se expresa en diferentes ámbitos: en la agenda política global tanto de los Estados-Nación y los organismos internacionales como de las instituciones dedicadas a la ciencia y la investigación, las industrias y los medios de comunicación (González et al, 2023; Svampa y Bertinat, 2022; Bertinat et al, 2020; Boyer, 2019). Esto se debe, por una parte, a la visibilización mediática que señala el agotamiento de combustibles fósiles a nivel global, y, por otra parte, al agravamiento del cambio climático producto de la emisión de gases de efecto invernadero consecuencia de la actual matriz energética. Además, la crisis internacional tras la pandemia Covid-19 y la guerra en el Este de Europa han propiciado el desarrollo de alternativas productivas-energéticas que se obtienen de fuentes naturales. Estas fuentes de energía, también llamadas energías renovables -en adelante ER-, son consideradas menos perjudiciales con el medio ambiente, paliativas del cambio climático e impulsoras del desarrollo económico (Garrido, 2022).
Desde el Norte Global se propone una TE asociada a la descarbonización (González et al, 2023), vinculada con la llamada “propuesta verde”. Ésta ubica a los países del Sur Global como proveedores de recursos naturales, con una participación periférica y reducida en la toma de decisiones. Además, no considera rasgos centrales de territorios con demandas específicas, algunas coincidentes con la descarbonización, pero no exclusivas o primordiales.
Una de las concepciones más dominantes para explicar la TE es el reemplazo de fuentes energéticas fósiles por ER (Boyer, 2019). Sin embargo, esta definición del fenómeno resulta demasiado simplista, lineal e insuficiente, ya que, si bien las tecnologías juegan indudablemente un papel relevante en todas las actividades humanas, estas no operan de forma aislada. Las tecnologías actúan como parte de procesos heterogéneos en los que se vinculan conocimientos, valores, prácticas sociales, relaciones de poder, intereses económicos y marcos legales y normativos (Garrido, 2022). Es por esto último que la TE no puede ser comprendida de otra manera que no sea como un proceso de cambio socio-técnico (Garrido, 2022).
En algún momento la discusión sobre TE fue propia del movimiento ecologista; luego, estuvo reducida estrictamente a instancias de debate supraestatal (Gutiérrez Ríos, 2022). Sin embargo, en la actualidad, dejó de ser así y el proceso se complejiza de tal modo que existen diversos planteos y posicionamientos alrededor del fenómeno (Svampa y Bertinat, 2022).
En trabajos anteriores (González et al, 2023; 2022; Ariztía et al, 2017) se ha problematizado acerca de la potencialidad de las ciencias sociales para el estudio de fenómenos complejos como la TE. El análisis de la problemática energética requiere de considerar los aspectos materiales, técnicos, sociales y culturales que la constituyen, además de las diversas implicaciones que existen entre energía y sociedad (Ariztía et al, 2017). En este sentido, consideramos relevante pensar el rol que tienen los medios masivos de comunicación en la (re)producción y circulación de sentidos sobre TE, a partir del papel preponderante que éstos cumplen en los procesos de aprehensión de la realidad que forma parte de la vida cotidiana de las sociedades (González et al, 2022).
A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, se han multiplicado los sectores políticos que impulsan una agenda de transformación del sistema energético entendido como TE. Los medios de comunicación revelan una heterogeneidad de significados y el concepto de TE está lejos de tener un significado natural: es un concepto cargado de aspectos políticos, dinámicos y dotados de sentidos en disputa (Svampa y Bertinat, 2022). Para Felipe Gutiérrez Ríos (2022), los significados de la TE se (re)construyen durante el transcurso de un proceso de mediatización de la sociedad, en el cual los medios de comunicación se transforman en productores de sentido, más que en representaciones de la realidad. La cobertura mediática sobre el proceso de TE da cuenta de una agenda pública que se apoya en una discusión de diferentes niveles.
Un nivel, quizás el más extendido, refiere al cambio de fuente energética (descarbonización). Otros niveles, menos discutidos, señalan aspectos relacionados al acceso a la energía, las condiciones de hábitat y el derecho a la energía como habilitador de otros derechos humanos (Durán 2023, Svampa y Bertinat, 2022; Gonza et al, 2022). De este modo, se considera que la TE es abordada en los medios de comunicación (re)produciendo imaginarios sociotécnicos que posicionan a la TE como el cambio de un sistema basado en la combustión de fósiles hacia uno orientado a las ER. Estos imaginarios son necesarios de desentrañar para poder comprender cómo se está pensando el proceso de cambio energético y social que implica la TE.