María Belén Ferreyra.
Universidad Nacional de Moreno (UNM).
Buffy, la cazavampiros (en el inglés original, Buffy. The Vampire Slayer) es una serie de fantasía dramática para jóvenes, que se transmitió desde 1997 hasta 2003. Creada y dirigida por Joss Whedon, la serie narra la vida y aventuras de Buffy Summers, quien, es la “elegida” por poderes ancestrales, para luchar contra las diferentes fuentes del mal, encarnadas generalmente por vampiros y otras clases de demonios.
La serie comienza cuando Buffy, ya en posesión de sus poderes de Cazadora, se muda a una nueva ciudad situada en California, Sunnydale. Allí empieza las clases en una escuela atestada de eventos sobrenaturales –un poco más tarde se revelará que la escuela está justamente en la “Boca del Infierno”, epicentro de toda actividad demoníaca donde conoce a los amigos que la acompañarán durante todas las temporadas, y al “custodio” que le fue asignado para ayudarla en su labor de Cazadora.
A medida que se desarrollan los capítulos, Buffy va volviéndose cada vez más fuerte y más consciente de su importante tarea. Pero, además, parece diferenciarse cada vez más del resto de las Cazadoras que la precedieron: no solo por el amplio desarrollo de sus poderes, sino también porque, a diferencia de las anteriores –un punto importante es que, para que una potencial joven Cazadora adquiera la totalidad de sus poderes, la anterior debe haber muerto. Entonces, solo debe existir una en el mundo por vez, aunque, por circunstancias particulares, esta regla se rompe varias veces en el transcurso de la historia de Buffy-, no trabaja sola. La amistad –incluso la amistad gestada a través de la lucha contra las fuerzas del mal- resulta decisiva en las batallas a las que se enfrenta la protagonista.
Hasta acá, más o menos podemos decir que es otra serie de fantasía, del montón. Sin embargo, alcanzó tal grado de popularidad que, además de ser aclamada –en mayor o menor medida- por la crítica, se creó todo un universo en torno a la serie (el denominado Buffyverso) que contempla el spin-off Ángel, las últimas temporadas que se dieron en forma de cómic, videojuegos, novelas e incluso producciones hechas por fanáticos. Un análisis rápido, poco profundo, nos muestra una serie para adolescentes, con efectos especiales de dudosa calidad. Pero hay algo que es fundamental: la cantidad de personajes femeninos fuertes, en un mismo producto es, por lo menos, llamativo. Sí, la protagonista es (casi siempre) el personaje más fuerte. Sí, su mejor amiga se torna, mientras avanza la historia, en una de las brujas más poderosas. Sí, aparecen otras Cazavampiros igual de fuertes y con gran destreza… Pero la fuerza sobrehumana no es la única muestra de empoderamiento femenino. No hay que olvidar que Buffy proviene de un hogar monoparental donde la madre, quien, por añadidura, es una profesional con una galería de arte, es el sostén económico de la casa. Claro, es difícil olvidar o pasar por alto su rol, cuando se tienen adolecentes con fuerza sobrehumana luchando con monstruos… En algún momento y por algún lado, escuché a alguien que dijo (y desde ya pido disculpas por el término poco académico) que no le gustaba Buffy porque la protagonista es “muy minita”. Y, entre otras cosas, parte de su encanto y de su poder, es ese: la Cazadora no deja de ser quién es para luchar contra el mal. O, reformulado, no tiene que “masculinizarse” para ser –o parecer- más poderosa.
Los personajes masculinos, en cambio, tienen sobre todo el rol de acompañantes. Por supuesto que los hay muy poderosos, como los intereses románticos de la protagonista: Ángel primero, el vampiro con alma; y Riley Finn, el soldado. Pero, ese mismo poder entra en conflicto con la esencia misma de la Cazadora y terminan siendo desplazados de la vida y de la historia. Los personajes hombres que van quedando son los que “ayudan”, los que “asisten”.
De más está decir que Buffy no es el único personaje audiovisual femenino poderoso de la época. Pero, y como se dijo más arriba, su particularidad se da en que no pierde fortaleza siendo excesivamente femenino. En otras producciones audiovisuales fantásticas, como la serie Xena, la Princesa Guerrera, o films ultra taquilleros como las sagas de Alien o Terminator, las heroínas pasan por una transformación donde se “masculinizan”, donde terminan desplegando actitudes sobre todo masculinas para el desarrollo de la historia. O, dicho a la inversa, son susceptibles de una “desfeminización” que las termina convirtiendo, simbólicamente, en un hombre.